viernes, agosto 24, 2012

Acantilados de papel, 423: Noveno arte / ninth Art



Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950), filólogo, poeta, traductor y ensayista, es el autor de este imprescindible título, Noveno arte, publicado en 2010 por De Tebeos Ediciones, dentro de la colección ETC, un paseo por el mundo de la viñeta, donde hace un exhaustivo recorrido a través de una interesante exposición teórica y donde se incluyen una serie de artículos publicados desde el año 1990 hasta 2010, en soportes literarios que han gozado de una línea significativa en ABC, ABC Cultural, ABCD Las Artes y las Letras y la revista Mercurio.

Un homenaje a los clásicos, especialmente a Hergé, creador de Tintín, y el significado de la “línea clara”, una apertura hacia un nuevo clasicismo, que con tanta evidencia representó la segunda etapa de la poética del autor.

Luis Alberto de Cuenca es un defensor a ultranza del mundo del tebeo, al que considera imprescindible en el acervo cultural del siglo XX, y este libro se abre con una interesante entrevista realizada por el investigador del cómic, Diego Cara, editor del sello almeriense D.Tebeos Ediciones.

Por el paisaje del libro puede recorrerse los primeros encuentros infantiles de Luis Alberto de Cuenca con el mundo de las viñetas, una evocación que funde conocimiento y magia, en torno a aquellos primeros héroes de papel: El Guerrero del Antifaz, del gran Manuel Gago, Roberto Alcázar y Pedrín, El Coyote, de José Mallorquí, El Cachorro, el Capitán Trueno, del gran Víctor Mora, El Jabato, tebeos con los que tanto disfrutaron los niños de postguerra. Como punto de referencia, su admiración por las series norteamericanas de los años 20, 30 y 40 del pasado siglo, una auténtica Edad de Oro, con aquellas daily strips editadas de lunes a sábado, y los domingos, con las páginas a color, llamadas Sundays, de gran resonancia, como señala el autor.

Investigador y coleccionista de cómics, Luis Alberto de Cuenca realizó, entre otras muchas colaboraciones literarias, el epílogo del libro Historia de Lucena, editado en 2008. Fue director del Instituto de Filología del CSID y de la Biblioteca Nacional de España (Precisamente, el autor señala en uno de sus artículos, que no había inventario de cómics cuando él accedió a la dirección de la Biblioteca Nacional, y tampoco se encontraban colecciones completas de tebeos). Fue Secretario de Estado de Cultura durante el gobierno popular de José María Aznar. Está en posesión de la Medalla de las Bellas Artes concedida por el gremio de historietistas, y en 1987 obtuvo el Premio Nacional de Traducción por su versión del Cantar de Valtario. Como letrista, hay que resaltar su interesante contribución, como autor de algunas de las letras más exitosas de la Orquesta Mondragón o los poemas musicados por Gabriel Sopeña e interpretados por el cantante Loquillo.

El paisaje de la viñeta alumbra a muchos artistas, desde El Príncipe Valiente de Hal Foster, Flash Gordon, de Alex Raymond, hasta el Asterix de Gascinny y Uderzo, de tan cuidada y sugerente escritura en los guiones de sus álbumes, y engloba los maestros de la narración en imágenes, tales como Osamu Tezuka y Katsuhino Otomo, creador de Akira, en el lenguaje del manga japonés. O el legado de Little Nemo in Slumberland, de Winsor McCay, el onirismo en la tierra de los sueños, el Tarzán del canadiense Rudolph Foster, de larga saga cinematográfica, o Popeye, de Elsie C. Segar. Y la apuesta por los cómics de superhéroes, con Bob Kane, creador de Batman, las noches de Gothan y las resonancias medievales, que encubre la ciudad de Nueva York. Con la sucesión de imágenes y acción de Spiderman, Lobezno, Daredevil, La Patrulla X, Los Vengadores o Sin City. El Conan, de Barry Smith, en cine “Conan el Bárbaro”, de John Milius (1982). Obras impactantes como la creada por Moebius y Silver Surfer, el superhéroe más metafísico de la Marvel, como bien señala Luis Alberto de Cuenca en este Noveno Arte. O artículos como el referido a la colaboración entre Federico Fellini, el creador de Amacord y La Strada, junto a las ilustraciones de Millo Manara. El Pinocho de Antonio Saura, Zipi y Zape, de Escobar, los collages de Chummy Chumez y la impronta inmersa en la educación sentimental de un tiempo. La Mafalda de Quino, las ilustraciones de Carlos Puerta y Miguel Ángel Martín, con el increíble potencial icónico de sus dibujos, los monstruos y universos paralelos de Zoe Berriatúa… un campo inmenso, un arte vivo, unas secuencias llenas de significado.

Y el traslado al mundo de las viñetas de las grandes historias de la literatura universal, caso de Ivanhoe, de Walter Scott, o En busca del tiempo perdido, de Proust, o las obras de Herman Neville, Charles Dickens, Víctor Hugo, Daniel Defoe, Miguel de Cervantes, Robert Louis Stevenson, Mark Twain, Edgard Allan Poe, Arthur Conan Doyle (Classics Illustrated), por citar algunos de los escritores mencionados por el autor de Noveno Arte.

O libros imprescindibles, citados por Luis Alberto de Cuenca, tales como Los cómics en la prensa diaria, humor y aventuras, de Antoni Guiral, coordinador de obras especializadas en historiografía del cómic. Los trabajos El lenguaje del cómic. De la historieta y su uso. 1873/2000, de Román Gubern y Jesús Cuadrado y El discurso del cómic, de Luis Gasca y Román Gubern, o la obra de Javier Coma, Diccionario de los Cómics. La edad de Oro, aunando signo e imagen. Los imprescindibles trabajos de Jesús Cuadrado y Luis Conde Martín, herramienta para cotejar trabajos de documentación e investigación, como bien señala el autor de este magnífico libro, a través de gran amenidad y claridad expositiva, a los que se une el libro Los cómics, arte para el consumo y formas pop, de Terenci Moix.

Y en España, la entrañable aportación del semanario Pinocho de Editorial Calleja, Chicos, Mis chicas, Flechas y Pelayos, TBO, revista de historietas que dio nombre al género, el humor de Pulgarcito.

Su apoyo al cómic, el arte secuenciado del que hablaba Will Eisner, el gran creador de The Spirit, le ha convertido en uno de los mayores defensores de esta singular aventura. Importante fue su iniciativa en muchos momentos, como el que contribuyó a la exposición Tebeos: los primeros 100 años, comisariada por Antonio Lara y Alfredo Arias. El discurso y la constatación de contar historias a través de imágenes, junto a la impronta que vislumbra los valores narrativos, le ha llevado a esa línea de investigación que ha quedado reflejada a través de estos intensos capítulos de Noveno Arte, una referencia obligatoria si se quiere conocer el desarrollo de este lenguaje especial, que tiene que ocupar el lugar que le corresponde, y que, en tantas ocasiones, representa la educación sentimental de un tiempo irrepetible. 


Pilar Quirosa-Cheyrouze

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