Howard Hawks dirigió esta película en 1962, con John Wayne en el papel de Sean Mercer, un proveedor de animales para los zoológicos del mundo, en unos tiempos en que los europeos eran los dueños del destino del continente, si es que no lo son aún.
Tiene su base en las llanuras de Tanganika, y ha conseguido reunir a un grupo de especialistas, cada uno en su área, para el desempeño de su peligroso trabajo. De hecho, Hatari! significa peligro.
A este grupo, por las exigencias de uno de los clientes de Mercer, y por el accidente de uno de los componentes durante la caza de un rinocerento, se unirán una fotógrafa y un joven cazador que, en principio, producirán tensiones en el grupo y modificará, inevitablemente, su forma de vivir hasta ese momento.
Esta película tiene el inconfundible sello de su director, Hawks, que nos presenta momentos de la vida, que podría haber situado en el oeste americano, en una desconocida isla del caribe, o en cualquier lugar del mundo, para hacernos pasar un buen momento con trepidantes instantes de acción que nos dejarán pegados al sillón hasta el fotograma final, un canto a un mundo que ya no existe, a una naturaleza que se pierde, a una forma de vivir, de amistad, que dificilmente puede situarse en nuestra sociedad actual de las prisas.
Aún hoy me encanta este canto a la aventura con música de Henri Mancini.
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