FICHA:
LAS GRIETAS DEL INFIERNO
de Rubén Castillo
Edita: Tres Fronteras Ediciones
Murcia, septiembre de 2008
Género: Novela
Encuadernación: Rústica
ISBN: 978-84-7564-438-7
226 páginas. 12 euros.
Página del autor.
Página del libro.
COMENTARIO.
Cuando me dispongo a escribir esta reseña, este comentario sobre la novela de Rubén Castillo tengo aún entre los labios el placer de un breve relato, titulado Cuento 1, que el mismo autor nos proponía en su librito de cuentos “Hegel en el tranvía”, que me supo como un sorbo de Boujelais noveau, ese especial vino que se puede disfrutar en estos momentos, y por muy pocos días. Un par de fechas antes, Patrick Ericson y yo habíamos estado hablando precisamente del autor ahora residente en Molina de Segura y de la novela que él quería conseguir para leer. Hablamos, precisamente, de Las grietas del infierno, de los juegos malabares que, con las palabras, Rubén confunde al lector, proponiéndole encontrar una verdad que se nos antojará muy difícil de encontrar, si es que existe la verdad absoluta, esa que durante siglos se empeñaron en mantener quienes no querían ver otras realidades; o que hoy, una buena parte del mundo mantiene por no querer ver que hay otras formas de ver la realidad, por cruda que ésta sea.
Y en la novela que nos ocupa es bastante cruda, dura, cruel, destructiva, como ese invencible virus de la gripe A que se abre camino hacia los pulmones de su víctima, para cuando los alcanza, morir con ella.
Rubén Castillo nos sitúa en un Instituto de cualquier localidad, con un profesorado joven y, entre él, un profesor casi recién llegado, añade a ello una alumna especialmente atractiva ("la feroz juventud de sus cuerpos", Pág. 14), y ya tiene el caldo donde desarrollarse el cultivo: una denuncia de acoso sexual que les atará a ambos hasta un tráfico desenlace y una hipócrita calma de Instituto que salta hecha pedazos. Añadamos a ello un padre y ya tenemos otro elemento que arramblará con cuanto encuentre hacia un final que nunca sabremos si fue buscado o inesperado.
Se dice muchas veces que la realidad supera a la ficción y, aunque en este momento no sé cuanto hay de real, o cuanto de ficción, Las grietas del infierno me ha parecido tan real como la vida misma, tan cruel como esas alumnas “firmes como soldados, frías como estatuas, altivas como emperatrices” (Pág. 162), en las que un profesor, posiblemente víctima, posiblemente victimario, “ve el infierno a través de las grietas” de una pesadilla; tan real como que “una casa es un organismo vivo, mutante, caprichoso y burlón” (Pág. 155).
El autor irá dando la palabra a muchos de los implicados en la trama, quienes nos contarán su versión y su visión de los hechos, y con ello arrimarán el ascua a uno u otro lado, dejando al lector con la duda, y con la obligación de emitir el veredicto final, ese mismo al que me enviaba el propio autor en la dedicatoria: “espero que logres encontrar la salida”.
Rubén también me pedía en esa dedicatoria que le contase quien era el “culpable”, así, entrecomillado. Pues bien, no sé si voy a responderle, pues me parece “indigno remover cenizas calientes buscando llamas” (Pág. 96), y creo que tampoco “nadie debe luchar nunca contra su propia leyenda negra, pues lo único que consigue es avivarla y encabritar las llamas enemigas” (Pág. 108), por eso aceptaré la “verdad coherente, factible y limpia: una verdad que nadie se atrevería a refutar...” (Pág. 226) la verdad del padre de Sonia, aunque lo diga con un “tono de infinita melancolía, o de infinita tristeza, o de infinito dolor” (Pág. 101).
No quiero que se me olvide citar que este es un libro con un amplio y rico vocabulario, uno de esos libros que hay que leer de vez en cuando, para recuperar la fe en la literatura, en nuestro idioma, en su sonoridad, en su capacidad de evocar muchas imágenes en sus muchos sinónimos. Un libro de cabecera, para volver a él cuando otros se empeñen en destrozar nuestro idioma.
EL AUTOR.
Rubén Castillo, Murcia, 1966. Profesor de literatura y crítico literario. Los ocho que ha publicado hasta la fecha cubren géneros tan diversos como el cuento, la novela, el artículo periodístico o el ensayo.
Ha obtenido media docena de premios por sus relatos, así como dos galardones por sus novelas cortas: el premio Gabriel Sijé (Reina María) o el Ateneo de Valladolid (La mujer de la mecedora).
Vive en Molina de Segura y tiene dos hijos.
LAS GRIETAS DEL INFIERNO
de Rubén Castillo
Edita: Tres Fronteras Ediciones
Murcia, septiembre de 2008
Género: Novela
Encuadernación: Rústica
ISBN: 978-84-7564-438-7
226 páginas. 12 euros.
Página del autor.
Página del libro.
COMENTARIO.
Cuando me dispongo a escribir esta reseña, este comentario sobre la novela de Rubén Castillo tengo aún entre los labios el placer de un breve relato, titulado Cuento 1, que el mismo autor nos proponía en su librito de cuentos “Hegel en el tranvía”, que me supo como un sorbo de Boujelais noveau, ese especial vino que se puede disfrutar en estos momentos, y por muy pocos días. Un par de fechas antes, Patrick Ericson y yo habíamos estado hablando precisamente del autor ahora residente en Molina de Segura y de la novela que él quería conseguir para leer. Hablamos, precisamente, de Las grietas del infierno, de los juegos malabares que, con las palabras, Rubén confunde al lector, proponiéndole encontrar una verdad que se nos antojará muy difícil de encontrar, si es que existe la verdad absoluta, esa que durante siglos se empeñaron en mantener quienes no querían ver otras realidades; o que hoy, una buena parte del mundo mantiene por no querer ver que hay otras formas de ver la realidad, por cruda que ésta sea.
Y en la novela que nos ocupa es bastante cruda, dura, cruel, destructiva, como ese invencible virus de la gripe A que se abre camino hacia los pulmones de su víctima, para cuando los alcanza, morir con ella.
Rubén Castillo nos sitúa en un Instituto de cualquier localidad, con un profesorado joven y, entre él, un profesor casi recién llegado, añade a ello una alumna especialmente atractiva ("la feroz juventud de sus cuerpos", Pág. 14), y ya tiene el caldo donde desarrollarse el cultivo: una denuncia de acoso sexual que les atará a ambos hasta un tráfico desenlace y una hipócrita calma de Instituto que salta hecha pedazos. Añadamos a ello un padre y ya tenemos otro elemento que arramblará con cuanto encuentre hacia un final que nunca sabremos si fue buscado o inesperado.
Se dice muchas veces que la realidad supera a la ficción y, aunque en este momento no sé cuanto hay de real, o cuanto de ficción, Las grietas del infierno me ha parecido tan real como la vida misma, tan cruel como esas alumnas “firmes como soldados, frías como estatuas, altivas como emperatrices” (Pág. 162), en las que un profesor, posiblemente víctima, posiblemente victimario, “ve el infierno a través de las grietas” de una pesadilla; tan real como que “una casa es un organismo vivo, mutante, caprichoso y burlón” (Pág. 155).
El autor irá dando la palabra a muchos de los implicados en la trama, quienes nos contarán su versión y su visión de los hechos, y con ello arrimarán el ascua a uno u otro lado, dejando al lector con la duda, y con la obligación de emitir el veredicto final, ese mismo al que me enviaba el propio autor en la dedicatoria: “espero que logres encontrar la salida”.
Rubén también me pedía en esa dedicatoria que le contase quien era el “culpable”, así, entrecomillado. Pues bien, no sé si voy a responderle, pues me parece “indigno remover cenizas calientes buscando llamas” (Pág. 96), y creo que tampoco “nadie debe luchar nunca contra su propia leyenda negra, pues lo único que consigue es avivarla y encabritar las llamas enemigas” (Pág. 108), por eso aceptaré la “verdad coherente, factible y limpia: una verdad que nadie se atrevería a refutar...” (Pág. 226) la verdad del padre de Sonia, aunque lo diga con un “tono de infinita melancolía, o de infinita tristeza, o de infinito dolor” (Pág. 101).
No quiero que se me olvide citar que este es un libro con un amplio y rico vocabulario, uno de esos libros que hay que leer de vez en cuando, para recuperar la fe en la literatura, en nuestro idioma, en su sonoridad, en su capacidad de evocar muchas imágenes en sus muchos sinónimos. Un libro de cabecera, para volver a él cuando otros se empeñen en destrozar nuestro idioma.
EL AUTOR.
Rubén Castillo, Murcia, 1966. Profesor de literatura y crítico literario. Los ocho que ha publicado hasta la fecha cubren géneros tan diversos como el cuento, la novela, el artículo periodístico o el ensayo.
Ha obtenido media docena de premios por sus relatos, así como dos galardones por sus novelas cortas: el premio Gabriel Sijé (Reina María) o el Ateneo de Valladolid (La mujer de la mecedora).
Vive en Molina de Segura y tiene dos hijos.
1 comentario:
Muchísimas gracias, Paco. Es un auténtico honor que me comentes en una página de este nivel. Me siento muy honrado. Y más después de haber desplegado tanta sagacidad en la lectura. Un abrazo.
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