Comencé a fotografiar romerías acompañando a un familiar a una de ellas. Descubrí, sorprendido, que estas manifestaciones religiosas populares, no sólo se mantenían vivas sino que estaban en auge. En las que estuve, a partir de aquel día, encontré a jóvenes, padres y abuelos compartiendo esos rituales sagrados y profanos con el mismo entusiasmo. Los cambios también las han alcanzado y la devoción ha sido relegada a un papel secundario, ahora priman los aspectos lúdicos y sociales. En estos actos sociales coexisten el fervor religioso y la fiesta pagana, pero es ésta la que está adquiriendo mayor visibilidad. Lo festivo se manifiesta por la importancia de la comida. Los peregrinos portan una abundante cantidad de alimentos típicos, cocinan platos tradicionales, los comparten, y agasajan a los visitantes con generosidad. Esta convivencia entre lo divino y lo humano, entre fe y espectáculo, es lo que creo más relevante de este trabajo: explorar las inevitables contradicciones que surgen de la confrontación entre la pervivencia del rito secular y la expresión actual de la fiesta. Intento alejarme de la mirada antropológica, de la frialdad del documento etnográfico. Prefiero la periferia de la acción, los márgenes de la escena principal en los que aparentemente no sucede nada interesante, pero en donde se dan las situaciones más insólitas y aparecen los personajes más singulares que constituyen la auténtica esencia del acontecimiento.
M. P.
Directora de la sala: Marta López-Briones
Comisaria: Mónica Lozano
Puertas de Castilla, Murcia. Hasta el 28 de febrero de 2011.
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