FICHA:
LIBRO ABIERTO
de José Luis Martínez Valero
Edita: La sierpe y el laúd
Cieza, noviembre de 2010
Género: poesía
Encuadernación: Rústica
ISBN: 978-84-614-4360-4
64 páginas.
Ilustraciones de José Luis Martínez Valero
COMENTARIO de Francisco Javier Illán Vivas.
Estamos ante el quinto poemario de José Luis Martínez Valero y lleva el título, como aquel fragmento del poema que Manuel Altoaguirre dedicó a su amigo Federico García Lorca- como podemos leer en la página 6-, “Yo y mi sombra, libro abierto”, un homenaje al acto de estar leyendo.
Martínez Valero siempre ha buscado la palabra justa, la definición precisa, para que, aún siendo la adecuada formalmente al poema de que se trate, no resulte oscura al lector, y menos que en ningún otro de sus libros- y esta es una apreciación muy personal- en el presente, homenaje al acto de la lectura, aunque sea bajo la atenta mirada del poeta.
Pero no olvida el autor homenajear, a lo largo de los cuarenta y ocho poemas, a quienes han influido en su obra, en su poesía, en sus lecturas, comenzando por Eliodoro Puche, Pág. 14, por algo será; Juan Ramón Jiménez, Miguel Hernández... en un libro donde el mar es protagonista de estos breves versos, donde lo cotidiano del poeta es una especie de símbolo, de presencia, que se puede casi tocar en los versos, con la intención de que el lector los interprete y, en ese acto, se encuentre con el autor.
El mar, que es claro y se nos aparece como transparente, se transmite a los poemas, que aparecen cristalinos, pero no es así, ni estos, totalmente así, y eso no quiere decir que el lector corra el peligro de naufragar en ellos, nada más lejano de la pretensión del autor, quien nació en Águilas, suele recordar que a unos pocos pasos del mar, hoy un poco más lejano por obra de la mano del hombre, pero también un poco más cercano, por esa mano que se ha empeñado en cambiar el clima.
Y si el mar es un símbolo universal desde que Homero nos contó los viajes del rey de Ítaca, el paso del tiempo y la muerte se nos presentan tangibles también, sobre todo ésta última, definida por Martínez Valero como una conversación interrumpida, que leeremos en más de uno de los poemas. La gris presencia del paso del tiempo contrasta con la luz del verano que el autor ha conocido desde su niñez, en su ciudad natal, en Murcia, donde casi nunca llueve, donde casi siempre es verano, pero donde también, extrañamente, asoma algún día gris.
Conversación interrumpida, o rostros que se encuentran, mientras paseas, de personas que sabes ya no están entre nosotros, como Entre rostros, un poema, por cierto, que ha tenido una gran repercusión el Internet, en youtube, y, por ello, más que reproducirlo en texto, que sea el propio autor quien nos lo recite:
Martínez Valero siempre ha buscado la palabra justa, la definición precisa, para que, aún siendo la adecuada formalmente al poema de que se trate, no resulte oscura al lector, y menos que en ningún otro de sus libros- y esta es una apreciación muy personal- en el presente, homenaje al acto de la lectura, aunque sea bajo la atenta mirada del poeta.
Pero no olvida el autor homenajear, a lo largo de los cuarenta y ocho poemas, a quienes han influido en su obra, en su poesía, en sus lecturas, comenzando por Eliodoro Puche, Pág. 14, por algo será; Juan Ramón Jiménez, Miguel Hernández... en un libro donde el mar es protagonista de estos breves versos, donde lo cotidiano del poeta es una especie de símbolo, de presencia, que se puede casi tocar en los versos, con la intención de que el lector los interprete y, en ese acto, se encuentre con el autor.
El mar, que es claro y se nos aparece como transparente, se transmite a los poemas, que aparecen cristalinos, pero no es así, ni estos, totalmente así, y eso no quiere decir que el lector corra el peligro de naufragar en ellos, nada más lejano de la pretensión del autor, quien nació en Águilas, suele recordar que a unos pocos pasos del mar, hoy un poco más lejano por obra de la mano del hombre, pero también un poco más cercano, por esa mano que se ha empeñado en cambiar el clima.
Y si el mar es un símbolo universal desde que Homero nos contó los viajes del rey de Ítaca, el paso del tiempo y la muerte se nos presentan tangibles también, sobre todo ésta última, definida por Martínez Valero como una conversación interrumpida, que leeremos en más de uno de los poemas. La gris presencia del paso del tiempo contrasta con la luz del verano que el autor ha conocido desde su niñez, en su ciudad natal, en Murcia, donde casi nunca llueve, donde casi siempre es verano, pero donde también, extrañamente, asoma algún día gris.
Conversación interrumpida, o rostros que se encuentran, mientras paseas, de personas que sabes ya no están entre nosotros, como Entre rostros, un poema, por cierto, que ha tenido una gran repercusión el Internet, en youtube, y, por ello, más que reproducirlo en texto, que sea el propio autor quien nos lo recite:
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