TEATRO DE CENIZA
Autor: Manuel Moyano
Edita: menoscuarto
Palencia, 2011
Género: Relato
Encuadernación:
Rústica
ISBN:
978-84-96675-62-9
126
páginas.
Página del libro.
Prólogo de: Luis Alberto de Cuenca.
Prólogo de: Luis Alberto de Cuenca.
COMENTARIO de Francisco Javier Illán Vivas.
A lo largo de ciento siete páginas, de
las ciento veintiséis del libro, Manuel Moyano despliega su saber hacer
con el relato más breve en cien muestras de su dominio del género con la
precisión de un cirujano, de un fabergé de la palabra.
Quienes escriben saben que crear una historia creíble con el mínimo posible de palabras es una tarea de artesano: varios de los relatos que contiene este libro me han parecido breves pinceladas en el lienzo, de livianos, fugaces surcos sobre el agua de un baso; de intemporales, estelas de cometas en una noche de verano.
Hace unas fechas tuve la oportunidad de asistir a una exposición de Huevos de Fabergé, me pasé toda una mañana contemplado aquellas brevísimas obras de arte, realizadas con la precisión de un relojero de los de entonces, de un microcirujano de los de antes. No pude evitar volver al siguiente día para recrearme en lo ya visto, en lo ya conocido, en lo ya explicado.
Algo así me pasó con este libro. Lo leí hace un mes, aproximadamente, y la semana pasada volví a leer lo ya leído, recreándome en las palabras, en las breves pinceladas, en los precisos cortes, en la belleza de la efímera estela en el cielo nocturno.
Lo dice Luis Alberto de Cuenca en el prólogo: “Disfrútenlo. Aunque no sea más que una décima parte de lo que lo he disfrutado yo”.
Quienes escriben saben que crear una historia creíble con el mínimo posible de palabras es una tarea de artesano: varios de los relatos que contiene este libro me han parecido breves pinceladas en el lienzo, de livianos, fugaces surcos sobre el agua de un baso; de intemporales, estelas de cometas en una noche de verano.
Hace unas fechas tuve la oportunidad de asistir a una exposición de Huevos de Fabergé, me pasé toda una mañana contemplado aquellas brevísimas obras de arte, realizadas con la precisión de un relojero de los de entonces, de un microcirujano de los de antes. No pude evitar volver al siguiente día para recrearme en lo ya visto, en lo ya conocido, en lo ya explicado.
Algo así me pasó con este libro. Lo leí hace un mes, aproximadamente, y la semana pasada volví a leer lo ya leído, recreándome en las palabras, en las breves pinceladas, en los precisos cortes, en la belleza de la efímera estela en el cielo nocturno.
Lo dice Luis Alberto de Cuenca en el prólogo: “Disfrútenlo. Aunque no sea más que una décima parte de lo que lo he disfrutado yo”.
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