FICHA:
RASTROS PERDIDOS
de José Luis Nieto Aranda
Edita: Ediciones Vitruvio
Madrid, 2011
Género: Poesía
Encuadernación: Rústica
ISBN: 978-84-15233-21-3
181 páginas.
RASTROS PERDIDOS
de José Luis Nieto Aranda
Edita: Ediciones Vitruvio
Madrid, 2011
Género: Poesía
Encuadernación: Rústica
ISBN: 978-84-15233-21-3
181 páginas.
COMENTARIO de Francisco Javier Illán Vivas.
José Luis Nieto Aranda se nos dio a conocer con Un tiempo de adiós, donde ya apuntaba muchas de las facetas creadoras que nos ha confirmado en Rastros perdidos, apenas tres años después.
Cincuenta y cuatro poemas, divididos en cuatro partes, para encontrar la estela, o las estelas, que el lector deberá descubrir, de esos rastros que se han ido perdiendo con el paso del tiempo, entre tropiezos muchas veces inesperados, pero otras como un acto compartido de la voluntad que acepta la decepción que el paso del tiempo pinta en el rostro del poeta.
Destino, soledad y olvido he encontrado en muchos de los poemas de este madrileño nacido en 1962: “Si el destino de las palabras/ es recluirse en el olvido,/ no haré memoria del presente./ Esperaré a ser juzgado / por aquellos que no importan,/ por los duendes irreales,/ por los nombres ausentes/ y por los inmediatos ojos/ que se clavan en el recuerdo/ confuso de mis instantes/ recorridos”, nos declara al principio, en su Introito, para que no nos perdamos en ninguno de sus rastros, para que la luz de la poesía que nos espera sea suficiente para avanzar, aunque a tientas.
Poemas muchas veces breves, como un parpadeo, efímeros como un pensamiento, pero que nos llevarán a aceptar el paso del tiempo “como una edad para la calma”.
José Luis Nieto Aranda se nos dio a conocer con Un tiempo de adiós, donde ya apuntaba muchas de las facetas creadoras que nos ha confirmado en Rastros perdidos, apenas tres años después.
Cincuenta y cuatro poemas, divididos en cuatro partes, para encontrar la estela, o las estelas, que el lector deberá descubrir, de esos rastros que se han ido perdiendo con el paso del tiempo, entre tropiezos muchas veces inesperados, pero otras como un acto compartido de la voluntad que acepta la decepción que el paso del tiempo pinta en el rostro del poeta.
Destino, soledad y olvido he encontrado en muchos de los poemas de este madrileño nacido en 1962: “Si el destino de las palabras/ es recluirse en el olvido,/ no haré memoria del presente./ Esperaré a ser juzgado / por aquellos que no importan,/ por los duendes irreales,/ por los nombres ausentes/ y por los inmediatos ojos/ que se clavan en el recuerdo/ confuso de mis instantes/ recorridos”, nos declara al principio, en su Introito, para que no nos perdamos en ninguno de sus rastros, para que la luz de la poesía que nos espera sea suficiente para avanzar, aunque a tientas.
Poemas muchas veces breves, como un parpadeo, efímeros como un pensamiento, pero que nos llevarán a aceptar el paso del tiempo “como una edad para la calma”.
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