POR LAS CALLES DEL TIEMPO (Antología personal 1979-2010)
Luis Alberto de Cuenca
Editorial Renacimientojunio 2011
9788484726395
Sevilla, 2011.
La propia obra de Luis Alberto de Cuenca ha sido antologada por otros poetas: por citar un ejemplo, en la hermosa antología Su nombre era el de todas las mujeres y otros poemas de amor y desamor, seleccionada por Lara Cantizani (Renacimiento, 2005). Los internautas pueden encontrar un aperitivo de la poesía luisalbertiana publicado en Poesía en el Campus, en este enlace: http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/27/76/_ebook.pdf
EI poeta madrileño ha hecho, incluso, una antología de la poesía española: Las cien mejores poesías de la lengua castellana (Espasa-Calpe, 2008).
Además de en antologías, su obra publicada hasta 1998, se encuentra recogida fundamentalmente en dos libros: Los mundos y los días (editorial Visor) y Poesía. 1979-1996 (Cátedra. Letras hispanas). Los mundos y los días. Poesía 1972-1998, recoge poemas de libros anteriores a La caja de plata, este mismo libro, auroral en la obra madura del poeta, y los siguientes tres publicados, más un adelanto del futuro Sin miedo ni esperanza, que lleva el título de “El bosque y otros poemas”(1997). La recopilación de Cátedra, Poesía. 1979-1996, edición de Juan José Lanz, presenta, con algunas variantes, sus cuatro libros centrales: La caja de plata (1985), El otro sueño (1987), El hacha y la rosa (1993) y Por fuertes y fronteras (1996).
La relación del poeta con el género helenístico de la antología (no es necesario remontarnos a su afición poética y filológica a la Antología palatina) está suficientemente demostrada.
Entonces, ¿qué aporta nuevo esta última antología publicada en Renacimiento a mediados de 2011, con el título de Por las calles del tiempo. Antologia personal (1979-2010)?
Como nos dice el propio autor en la nota introductoria, y reza en el subtítulo del libro, se trata de una antología personal, por tanto escogida con el criterio del poeta. Para ser exactos, es la segunda antología personal de Luis Alberto de Cuenca, o la primera publicada en España; como se indica en la citada nota, hubo antes otra: El jardín de la memoria, que apareció en México en 2007 (Universidad de las Américas, Puebla).
Por las calles del tiempo comprende poemas escritos entre 1979 y 2009: treinta años de escritura luisalbertiana que representan una de las apuestas más logradas de la poesía española actual. Esta nueva antología abarca poemas desde La caja de plata (1985) - libro que marcó, con su sección “La brisa de la calle”, el asentamiento de la línea clara en la poesía de Luis Alberto de Cuenca y que recibió el Premio de la Crítica en 1986 - a los tres libros siguientes (que se recogían en las recopilaciones de Cátedra y Visor); pero, sobre todo, presenta a los lectores la novedad de incluir también poemas de los libros más recientes del poeta: Sin miedo ni esperanza (2002), La vida en llamas (2006) y El reino blanco (2010), y aun más: incluye siete poemas del verano de 2009, aún no publicados en libro.
Así pues, los lectores de poesía pueden encontrar en Por las calles del tiempo un panorama muy amplio de la obra de uno de los poetas top actuales. Luis Alberto de Cuenca es rara avis entre los poetas vivos pues ha alcanzado a tener fans, lectores fieles que no sólo son los habituales del género hoy marginal de la poesía. Para estos fans de Luis Alberto de Cuenca, que esperan con ansiedad cada uno de sus libros, creemos que está pensada también esta nueva antología. Los poemas escogidos se presentan en ella siguiendo el orden cronológico en que fueron publicados los libros a los que pertenecen, y al final, se ofrece la propina de los siete últimos poemas inéditos.
De los poemas elegidos en Por las calles del tiempo, el propio poeta nos dice que son los poemas que “hoy, en la primavera de 2011, me son menos indiferentes”. El libro está dedicado a la memoria de su madre, Mercedes Prado, referencia fundamental del que creo el mejor libro de Luis Alberto de Cuenca, Por fuertes y fronteras, y muy en especial, de uno de sus poemas: “La flor azul”.
Comienza la antología con “Amor fou”, primer poema de la primera sección, El Puente de la Espada, del libro La caja de plata. Curioso que este poema da inicio también a ese libro publicado en 1985: lo que indica la conciencia de un hito en su escritura. “Amor fou” se publicó en 1979 (fecha de donde arranca el panorama poético de la antología que comento), en la revista La Moneda de Hierro. Extremos a que ha llegado la poesía. Núm, 1; una revista madrileña de escasa vida donde colaboraban jóvenes escritores, como el novelista Javier Marías (de siempre he sido aficionado a las revistas de poesía y aun guardo el ejemplar, con cubierta de cartón marrón, de La Moneda de Hierro, que adquirí en la librería Fuentetaja de Madrid).
Si “Amor fou” abre la primera sección de La caja de Plata, y señala la presencia del héroe posmoderno, del mito y la fantasía como recursos con que abordar el caos y la confusión de la realidad; otro de los poemas destacables en esta Antología personal, el célebre soneto al editor Francisco Arellano, de largo título que excuso reproducir, es el segundo poema de la sección La brisa de la calle, de ese mismo libro; y donde está la voz ya lograda de Luis Alberto de Cuenca: la cotidianidad, la ironía, la metaficción del yo poético, la línea clara. (“Optimismo”, el primer poema de esa sección de La caja de plata, no lo incluye su autor en Por las calles del tiempo. Curiosamente, el autor cambia el título, en la actual autoselección, del poema “La despedida” -del libro El otro sueño-, de cuyo verso final ha tomado prestado el título de la antología; este poema aquí se titula “Julia”: “yo te estaré queriendo vida mía en la sombra, / mientras mi pecho aliente, mientras mi voz alcance / la estela de tu fuga, mientras la despedida / de este amor se prolongue por las calles del tiempo”. Para los amantes de los enigmas, es un atractivo añadido leer esta Antología personal intentando responderse a la pregunta de por qué el autor ha cambiado el título de ese poema rabiosamente romántico, que tan bello nos parece a sus lectores. En todo caso, parece un acierto del autor el haber escogido el sintagma “Por las calles del tiempo”, como título de esta antología de versos que es, también, un recuento existencial).
Me interesan, entre todo lo señalado por la crítica, dos cosas, o tres, de la poesía luisalbertiana, pero eso que me interesa me interesa mucho, más de lo que me puede interesar la obra total de otros poetas.
1. El monólogo interior dramático. Se ha dicho que Luis Alberto de Cuenca lo retoma de Cernuda, pero, a diferencia de éste, la ironía, la autoironía luisalbertiana, la conciencia de la insustancialidad posmoderna, hacen más vital (y por ello más eficaz literariamente) el a menudo impostado monólogo cernudiano, heredero del yo romántico. La ausencia de seriedad a priori (que no hay que confundir con la carencia de seriedad del poema), la falta de autocomplacencia y del darse importancia, en el monólogo luisabertiano, quizá solo tiene un antecedente de calidad en Gil de Biedma. Otros poetas intermedios entre la generación del 50 y Luis Alberto de Cuenca, como Eloy Sánchez Rosillo, han insistido en el monólogo romántico, acercándolo a lo cotidiano, pero sin trasgredir el limbo narcisístico en que el yo poético se encuentra seguro. Un poeta de los 80, como Miguel d' Ors, ha usado la ironía transgresora (no tanto del yo poético, como de las expectativas del posible lector): de su poesía se puede decir que es anticonvencional, pero no creadora porque le falta tensión (tensión interna que es, por el contrario, una de las características de la poesía luisalbertiana).
2. Luis Alberto es un maestro del poema breve. En otra ocasión me referí a este género o subgénero poético. (ver “Joaquín Piqueras o el arte del poema breve”. Ágora-Papeles de Arte gramático, núm 21. Digital 6, noviembre 2010). No se puede confundir el poema breve con otro tipo de composición. El poema breve es quien dirige los límites del monólogo interior dramático en Luis Alberto de Cuenca, incluso esta estructura se apropia del soneto. El “poema breve” es un arte de elegir y presentar una escena o un plano -a veces anécdotico- y de llevarlo en un solo golpe de aliento a un final sorpresivo. Un arte típico posmoderno, evolución del fragmento romántico, pero con acusada diferencia respecto a éste. En el fragmento romántico el lector debía seguir imaginando una historia: lo no dicho, que era parte del silencio, del alma romántica. En el poema breve posmoderno lo que quiere decir es lo que dice el poema; al extremo no importa el poeta – el poema breve es un poema objeto y espejo- sino lo dicho o el movimiento que revela al final. Esa revelación final encierra una sorpresa tanto para el lector como para el autor, que se descubre a través de la lectura de su experiencia objetivada, y logra, de ese modo, arrancar de la anécdota un significado. Por eso quizá -y esto se cumple al máximo en la poesía de L. A. de Cuenca- es esa una poesía donde lector y escritor van codo a codo, produciéndose en ella una comunicación que brota de un concidir ambos (lector y escritor) en un encuentro asombroso en el poema.
No importa tanto si el poema breve albertiano es narrativo (“Eterno femenino”), o si incorpora el monólogo interior dramático, o si a veces funde la narración, el diálogo (Soneto al editor Francisco Arellano), la memoria (“La cita”), el humor, la ironía, la cultura clásica (“Teichoscopia”), el comic, el cine, los mitos modernos, y las subculturas urbanas, o la angustia existencial, la soledad (“Advertencia al lector”). Llamo a leer este poema del libro Por fuertes y fronteras: es casi una poética, marca (al igual que en este libro) el tono existencial de esta poesía aparentemente irónica y optimista.
“Oyendo a Dinah Washinton – son las diez de la noche
de un veintitrés de octubre – , se me ocurre decirle
al presunto lector de mi “literatura”
que procure evitarla como se evita a un huésped
molesto – un erudito, una rata en el baño – ,
y si, por alguna razón que se me escapa,
quiere seguir leyendo, que entienda lo que lee
como lo que es: un grito (o un susurro) de angustia
y soledad.”
(“Advertencia al lector”)
He querido señalar también esa cara “seria”, de la poesía de Luis Alberto de Cuenca: se ha dicho (Juan José Lanz, en “Introducción” a Poesía, Cátedra) que es la expresión ambigua del Sujeto escindido posmoderno. Ahora ya puedo hablar de la tercera cosa que me interesa en este poeta. Ya hemos visto que esa cara seria no la oculta, está presente y manifiesta en su poesía, con esa sinceridad que estima el propio autor como componente esencial del poeta; y, sin embargo, mágicamente, sus poemas irradian alegría y nos transmiten energía humana, quizá nos sugieren que hay una fuerza insospechada en el ser humano que es capaz de distanciarse (con ironía, con inteligencia) de su propia miseria.
3. La apueta por la línea clara. (Linea chiara es el título de una traducción al italiano de algunos libros de Luis Alberto de Cuenca). En repetidas veces el poeta se ha interesado por el aspecto sociológico de la poesía actual, tema que, frente a la opinión de algunos, no es ajeno a la misma escritura poética. “La poesía puede y debe salir del ghetto, de las mafias y sectas, del malditismo. De su propia y tediosa iconografía”.
La línea clara, lo diurno, es también un centro de gravedad interior en la poesía de Luis Alberto de Cuenca. La claridad no excluye lo nocturno, lo hermético, lo laberíntico y simbólico, sino que es precisamente lo que da sentido a esos símbolos y obstáculos iniciáticos. La voluntad del día tratará de alcanzar el núcleo atravesando todos los espejos y símbolos que lo refractan, y lo alejan a la vez que lo muestran. La tensión de un orden de la realidad es el aliento de la gran poesía.
Como en la filosofía hermenéutica (Gadamer, Barthes, Derrida, Deleuze, Ricoeur, Vattimo) compañera del héroe precario posmoderno de la poesía luisabertiana, se trae de nuevo al plano histórico la esencia arquetípica del hombre: la de imponer un orden a lo real, como los antiguos héroes de las epopeyas. Pero, ahora, en esta circunstancia histórica, el héroe está, en mayor o menor medida, afectado por la duda de sí; es también un héroe melancólico, como el Quijote, o, como el mismo Cervantes; un héroe desleído en la cotidianidad de los poemas de Luis Alberto de Cuenca, pero que no renuncia nunca a esa tarea ideal; de ahí, la tensión, la angustia no saturada y el signo vital de esta poesía. La poesía se ha quedado mucho tiempo con Verlaine oyendo sus propios violines. Luis Alberto de Cuenca, por eso, quizá, da un paso aparentemente hacia atrás (en realidad, hacia adelante) y dice que él hace no poesía, sino literatura. Frente al verlaniano “Et tout le reste est littérature”, origen de tantas poéticas “puras” que siguen enmerdadas en su complacencia.
Observe el curioso lector el final del poema “El cuervo”, que pertenece a uno de los últimos libros de Luis Alberto de Cuenca, El reino blanco (2010). Con excusa de la lectura de un libro que hace referencia al célebre poema de Edgad Poe, se despide de la literatura moderna simbolista que se rezaga en sus simbolos y olvida lo vital.
Aunque para ser más precisos, en la poesía de Luis Alberto de Cuenca no hay ruptura, sino evolución respecto al modernismo simbolista; del mismo modo, que no hay tampoco negación de etapas anteriores -culturalistas, o luego, realistas urbanas- sino evolución en el conjunto de su obra. Desde Por fuertes y fronteras se puede advertir bien en esta antología el progresivo reencuentro con la tensión del símbolo y las instancias de la vida.
De toda esa evolución, como lector, tengo preferencia por dos poemas: “La ciega y el lector”, y una de las “Soleares” del libro El otro sueño. Esta “soleá” luisabertiana dice:
No sé de mejor olvido
que recordar muy despacio
las cosas que han sucedido.
Podría ser una letra flamenca popular, de las que tanto saben apreciar amigos míos como Andrés Salom.
“La ciega y el lector” es el antepenúltimo poema de esta Antología, incluido en la sección final “Inéditos”, y en su día me lo envió Luis Alberto de Cuenca para ser publicado en la revista Ágora. Lo cito, aparte de por este motivo personal, porque recoge bien lo dicho anteriormente sobre la evolución del poeta, sin ruptura: los libros no solo no amputan la vida, sino nos dan más ganas de ella.
LA CIEGA Y EL LECTOR
Me ha gustado muchísimo Moll Flanders de Defoe.
¡Lees, además, tan bien! Pero tengo una idea:
dejemos la lectura por una noche, y llévame
al teatro, a una fiesta popular o, aún mejor,
a un baile de disfraces. Una noche en la calle
vale más que cien libros. Y cuéntamelo todo,
quiero saberlo todo de lo que ves ahí fuera.
Conviértete en mis ojos también para la vida
que respira en la calle. Léeme el mundo, amor,
pon luz en mi tiniebla con páginas reales.
(Luis Alberto de Cuenca, Por las calles del tiempo, p. 246)
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