Concha de luz
Murcia, 2011
Prólogo de Soren Peñalver
Hace ya meses que leí el poemario de Isabel Ascensión, Concha de luz, que dedica a su "madre en este mundo", como ella puntualiza, convirtiéndola en única protagonista de los cuarenta y cuatro poemas que lo integran, en una unidad de homenajear a quien, para ella, se podía definir en tres palabras: servicio, alegría y generosidad.
Siguiendo la línea que marca Soren Peñalver en el prólogo, diré que aquella primera lectura fue como ese viento del desierto, que siempre corre de la montaña hacia el mar, desde el libro hacia el lector.
Pero algo ha ocurrido seis meses después, seis meses exactos, y, como si nos hubiésemos trasladado a vivir desde el desierto a Japón, cuando el sol cruza el ecuador hacia el Norte, el viento siempre sopla desde el sudoeste hacia el continente, desde este lector hacia el libro, y entonces el poema y el lector ya no se relacionan como en obediencia absoluta que marca la primer lectura, sino que la relación entre poesía y lector es como si participaran de una vida común.
En Concha de luz, la autora nacida en Los Ramos, Murcia, nos entrega un libro de amor y respeto, poesía libre que convierte a Concepción Miralles Carrillo en protagonista permanente, versos sinceros, salidos del alma y el respeto hacia ella.
Desde que leí Cogiendo mariposas, de mi buen amigo Manuel Aparicio Burgos, no había vuelto a leer un libro con tanto amor hacia una madre.
Francisco Javier Illán Vivas
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