El niño que robó el caballo de Atila
Libros del silencio, 2013
De vez en cuando uno tiene la suerte de descubrir una pequeña joya literaria entre la multitud de libros que pueblan los anaqueles de las librerías. Este es el caso de la nouvelle ‘El niño que robó el caballo a Atila’ (Libros del silencio, 2013), segundo trabajo de Iván Repila. La literatura inspirada en espacios cerrados y claustrofóbicos inunda nuestra historia de ejemplos. Desde los Romances de esclavos, pasando por los slave narratives americanos de los siglos XVIII y XIX. Pero la situación que nos propone Repila tiene más que ver con cárceles mentales, con estados de conciencia kafkianos que tienden a la introspección. Está conectada con esos lugares desiertos que Juan Rulfo tan bien supo diseñar o los laberintos indescifrables de las cosmogonías borgianas. El argumento, no obstante, es sencillo: dos niños atrapados en un pozo por razones que no se aclaran del todo hasta el final. No hay nombres, ni asideros cronológicos ni espaciales que nos aporten datos y alivien nuestro desconcierto. El entramado narrativo oscila desde la oscuridad gótica al aparente cuento de hadas en el que unos niños se pierden en el bosque con amenaza de lobos y cesta de comida preparada por mamá, incluidos. Pero no nos engañemos. El relato es una alegoría siniestra del alma humana en la que sus dos jóvenes personajes, sumidos en la oscuridad de un pozo, sufren estados alucinatorios de canibalismo, de frustración, de libertad, de terror.
Los capítulos del libro se enumeran por el día en el que se encuentran los dos niños en el agujero. Sin embargo, el autor ha querido producir una simetría extraña al hacer saltar los episodios/días a través de números primos (1, 2, 3, 5,7,…), algo que nos recuerda a Mark Haddon en su novela, también protagonizada por un niño, ‘El curioso incidente del perro a medianoche’.
Podéis seguir leyendo la reseña de Pedro Pujante, pinchando AQUÍ.
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