martes, diciembre 11, 2018

Escena de Versos envenenados, 21

Comía poco, nadie le vio fumar. No bebía. ¿De dónde sacaba la energía aquella masa de nervios? Fuera de la empresa nadie le conocía, y jamás acudía a las cenas que organizaban los empleados de la empresa. Era un auténtico desconocido para sus compañeros.

            Pero ellos no lo eran para él.

            En un lugar de su cerebro, alimentado con la cocaína que solía esnifar diariamente para mantener el ritmo que su actividad profesional le demandaba y que él mismo se exigía, quedaban archivadas muchas conversaciones, en espera de poder ser utilizadas en un futuro:

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