viernes, diciembre 21, 2018

Escena de Versos envenenados, 22

       Aquel sábado se acercó, nada más abrir, a la Librería González Palencia, junto a la Universidad de Murcia, y, aunque tenía claro lo que buscaba, se dejó aconsejar por Alfonso, quien parecía el encargado. Finalmente compró los dos libros que había ido a buscar, ambos de Pablo Neruda: Veinte poemas de amor y una canción desesperada y Canto General, además de una biografía del escritor chileno.

            Cuando salió del local se sentía contento, miró al cielo, que estaba azul, ese azul especial de Murcia, que no tienen otros cielos. Caminó sin prisas desde la calle de la Merced hacia la de Trapería, atravesando la plaza de Santo Domingo, donde se entretuvo en contemplar el gigantesco ficus que tanto le agradaba y le parecía un auténtico misterio que siguiese vivo, que su propio peso no le precipitase al suelo. Volvió a sorprenderse por sus raíces al aire, por el poder que representaba aquel enorme árbol, por los años que había vivido en Murcia.

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