Carlos miró a su madre. Siempre había sido así. Sus pocos
logros eran gracias a la Virgen
y a Nuestro Padre Jesús de Rescate, y a otros tantos santos y Ánimas Benditas,
pero sin ninguna aportación personal suya. Conforme la familia había ido
perdiendo sus privilegios del pasado, ella se había encerrado más en la
religión, abrazando la esperanza y la fe como único motivo de su vida, viviendo
en esa nirvana que ella se había creado a su alrededor, como una línea recta
entre dos únicos puntos, su casa y la Iglesia Catedral.
Las pocas desviaciones eran para visitar al Jesús del
Rescate.
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