Basada en la exitosa novela de Morris West, uno de mis autores predilectos, Las sandalias del pescador fue dirigida por Michael Anderson en 1968, y protagonizada por Anthony Quinn obteniendo dos nominaciones a los Oscar, a la mejor dirección artística, y a la mejor música.
El argumento lo creo sobradamente conocido: Kiril Lakota, obispo obligado a trabajos forzados en Siberia durante veinte años, es rescatado por el Vaticano como asesor del Papa, que poco después le nombra cardenal de San Atanasio. Cuando muere el Santo Padre, los cardenales se reúnen en cónclave para elegir su sucesor de la silla de San Pedro. Tras numerosas vueltas no se ha conseguido el número de votos necesario, hasta que uno de los cardenales propone a Kiril Lakota como el nuevo Papa Kiril I (o Cirilo I).
A pesar de sus 160 minutos de duración, se nos queda corta en las historias que rodean al protagonista: el conflicto ruso-chino, la hambruna de todo un pueblo (que tanto se parece a lo que vivimos ahora mismo), las dudas de un sacerdote escritor, la soledad del príncipe, ni la crisis matrimonial del periodista que encarna David Jansenn (no olvidemos que estamos en 1968 y en Roma). Creo que Michael Anderson supo llevar magistralmente la novela de West a la pantalla.
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