domingo, diciembre 28, 2008

El pedestal de Stonehenge 17: ¡Qué bello es vivir!


Dicen los entendidos en esto del cine que la película ¡Qué bello es vivir! (It´s a Wonderful Life), de Frank Capra, es la más emitida por las televisiones de todo el mundo en las fiestas en que nos encontramos, y por ello la traigo aquí, a este pedestal, pues creo que como él, forma parte de la cultura de occidente, esa misma que tanto empeño parece mostrar el gobierno de Zapatero en España, y sus zapatistas acólitos (o abrazafarolas, como los definiría José María García), por eliminar- extirpar a la mayor brevedad posible.

Por ese mismo motivo, por haber sido emitida una y otra vez, no hay casi nadie que desconozca el argumento, sencillo, pero que a todos nos ha llegado a lo más profundo en uno u otro momento de nuestra vida, sobre todo si, como quien escribe esto, frisamos la cincuentena.

La película comienza el día de Nochebuena cuando por las peticiones recibidas de los habitantes del pequeño pueblo de Bedford Falls, una corte celestial se reúne para cumplir con lo que le piden en aquel pequeño pueblo. La gente le pide a Dios que se acuerde de George Bailey, y le ayude a ser feliz. San José encarga el trabajo de ayudar a George a Clarence, un ángel de segunda clase, que es el que más tiempo lleva intentado ganarse las alas. Antes de enviar a Clarence a la tierra, San José le muestra lo que ha sido la vida de George Bailey...

A todos los humanos nos gustaría contemplar qué hubiese sido del mundo que nos rodea sin nuestra presencia, si no hubiésemos nacido, por que ello, en menor o mayor medida, es el objetivo de vivir: transcender. ¡Si hasta en los entierros muchas veces se comenta si han ido tantas o cuantas personas!

Me encanta la interpretación de James Stewart y de Henry Travers, el entrañable ángel que busca sus alas, algo que consigue al final de la cinta, cuando en el árbol de navidad suenan unas campanillas.

Es por ello, os lo confieso, que en mi coche siempre llevo cuatro campanillas, de esas que en Navidad pegan a los regalos las dependientas de unos grandes almacenes. Y cada vez que suenan sé que un ángel ha ganado sus alas.

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