FICHA:
LA SANTA HEREJÍA
de Vicente García Hernández
Edita: Vicente García Hernández
Murcia, enero de 2006
Género: Narrativa
Encuadernación: Rústica
ISBN: 978-84-611-0456-0
265 páginas.
Página del autor.
COMENTARIO de Francisco Javier Illán Vivas.
Vicente García Hernández es un hombre de un fino humor, y no lo digo por haber tenido la suerte de conocerle en persona, que también, sino por que es lo que siento tras la lectura de “La santa herejía”, un libro que nos habla de la “vida arrebatada (aunque santa) de Pudene”, cuya vida, de puntada a puntada- como el personaje de Mucio dice- nos va contando página a página.
Una novela situada en la Edad Media, que se dice era etapa de la historia humana oscura y tenebrosa, lo cual dudo y creo que forma parte más bien de esa guía políticamente correcta que desean hacernos creer los que se ocupan, a principios de siglo XXI de extirpar cualquier vislumbre de nuestra cultura.
El caso es, como os digo, que Vicente García Hernández sitúa la acción en ese tiempo, y para hacernos más creíble la vida de Pudene, a quien “la santidad en buscarle se esfuerza”, utiliza un lenguaje acorde con aquella época, permitidme reproducir este fragmento como muestra: “y aquel otro en que es comparado el novio a una bolsita de mirra que reposa entre ambas laderas de los pechos de la novia, mientras dormita el amado en este valle de generoso frescor y nardos, dejada la cabeza allí entre las dos suaves elevaciones de aquel paraje con tales adornos y dulzuras por el Creador regalado”, el lector encontrará que se habla de Dios y del diablo, y de los diablillos, con ese fino humor que comentaba, algunas veces desvergonzado e irónico, hasta tal punto que al final nos encontraremos una plegaria penitente: “Que ría Dios y no nos deje caer en la tentación de la tristeza, y que no nos libre de ningún mal (entiéndase: bien) que nos conduzca a la risa celestial (o infernal)”.
Porque hay momentos en que pone en boca de unos simpáticos diablillos- “de la chirigota y la chanza, jorobados y deformes, con un ojo aquí y el otro acullá”, como los define-, que “sin que de ofensa sirva, de manías de viejo chocho parece estar aquejado este Señor de señores, Dios llamado...”
Espero que estas citas pongan en situación al desconocido lector o lectora de esta reseña, el tono de la historia de Pudene, a quien “pánico le daba al santo todo lo que a agua se asemejase”, contada por su fiel criado Mucio, el Cojo, quien ya nos avisaba al principio que aquel “hacía milagros sin querer, se le venían encima como pedrisco o epidemia, aguantándolos él con grande virtud y paciencia”.
Y, claro, en la Edad Media, esos milagros sin ton ni son debían ser, así contados, y escribir sobre un Dios humanizado que diviniza al que cree en él, una Santa Herejía.
LA SANTA HEREJÍA
de Vicente García Hernández
Edita: Vicente García Hernández
Murcia, enero de 2006
Género: Narrativa
Encuadernación: Rústica
ISBN: 978-84-611-0456-0
265 páginas.
Página del autor.
COMENTARIO de Francisco Javier Illán Vivas.
Vicente García Hernández es un hombre de un fino humor, y no lo digo por haber tenido la suerte de conocerle en persona, que también, sino por que es lo que siento tras la lectura de “La santa herejía”, un libro que nos habla de la “vida arrebatada (aunque santa) de Pudene”, cuya vida, de puntada a puntada- como el personaje de Mucio dice- nos va contando página a página.
Una novela situada en la Edad Media, que se dice era etapa de la historia humana oscura y tenebrosa, lo cual dudo y creo que forma parte más bien de esa guía políticamente correcta que desean hacernos creer los que se ocupan, a principios de siglo XXI de extirpar cualquier vislumbre de nuestra cultura.
El caso es, como os digo, que Vicente García Hernández sitúa la acción en ese tiempo, y para hacernos más creíble la vida de Pudene, a quien “la santidad en buscarle se esfuerza”, utiliza un lenguaje acorde con aquella época, permitidme reproducir este fragmento como muestra: “y aquel otro en que es comparado el novio a una bolsita de mirra que reposa entre ambas laderas de los pechos de la novia, mientras dormita el amado en este valle de generoso frescor y nardos, dejada la cabeza allí entre las dos suaves elevaciones de aquel paraje con tales adornos y dulzuras por el Creador regalado”, el lector encontrará que se habla de Dios y del diablo, y de los diablillos, con ese fino humor que comentaba, algunas veces desvergonzado e irónico, hasta tal punto que al final nos encontraremos una plegaria penitente: “Que ría Dios y no nos deje caer en la tentación de la tristeza, y que no nos libre de ningún mal (entiéndase: bien) que nos conduzca a la risa celestial (o infernal)”.
Porque hay momentos en que pone en boca de unos simpáticos diablillos- “de la chirigota y la chanza, jorobados y deformes, con un ojo aquí y el otro acullá”, como los define-, que “sin que de ofensa sirva, de manías de viejo chocho parece estar aquejado este Señor de señores, Dios llamado...”
Espero que estas citas pongan en situación al desconocido lector o lectora de esta reseña, el tono de la historia de Pudene, a quien “pánico le daba al santo todo lo que a agua se asemejase”, contada por su fiel criado Mucio, el Cojo, quien ya nos avisaba al principio que aquel “hacía milagros sin querer, se le venían encima como pedrisco o epidemia, aguantándolos él con grande virtud y paciencia”.
Y, claro, en la Edad Media, esos milagros sin ton ni son debían ser, así contados, y escribir sobre un Dios humanizado que diviniza al que cree en él, una Santa Herejía.
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