Rafael Álvarez El Brujo regresa a Molina de Segura con una obra de Patrick Süskind, EL CONTRABAJO, el viernes 22 de mayo, a las 21.30 horas, en el Teatro Villa de Molina (en Avenida del Chorrico, nº 10).
El contrabajo supuso el primer texto publicado por Süskind (también autor del polémico El Perfume), estrenado en Munich en 1981. En esta obra, el autor explora la existencia con un profundo análisis social, utilizando para ello un humor ácido y corrosivo. Es en esta reflexión sobre la vida donde El Brujo da lo mejor de sí mismo sobre las tablas.
Es una especie de comedia bufa con una sorprendente capacidad de inventiva. La función transcurre en una estancia insonorizada que se convierte en un microcosmos. En este misterioso paraje aparece encapsulado un destino humano singular, que es a la vez el de un instrumento y el de su intérprete. Una pequeña obra maestra que se sumerge en la alucinante existencia cotidiana y con la que descubrimos a un actor distinto, con nuevos registros, pero que siempre nos lleva de la hilaridad más absoluta al sobrecogimiento y la congelación de la sonrisa.
El personaje es un hombre culto, que recibe al mundo desde su refinamiento. A lo largo de la obra, acompañados de la música de Brahms, Wagner, Mozart y Schubert, entre otros, se va descubriendo la relación del músico con su instrumento y con lo que éste representa. Una relación que va del amor al odio; el contrabajo es, por momentos, digno de los más meticulosos cuidados y, a su vez, un monstruo obsesivo que el músico decide encerrar en el baño para impedir que estorbe; llega incluso a amenazarle con matarlo a golpes.
En El contrabajo, Rafael Álvarez hace de instrumentista de contrabajo en una orquesta nacional, o sea, de artista y funcionario a un tiempo. Es el último de la orquesta. O quizás, el penúltimo, pues detrás de él está el timbalero.
El contrabajo supuso el primer texto publicado por Süskind (también autor del polémico El Perfume), estrenado en Munich en 1981. En esta obra, el autor explora la existencia con un profundo análisis social, utilizando para ello un humor ácido y corrosivo. Es en esta reflexión sobre la vida donde El Brujo da lo mejor de sí mismo sobre las tablas.
Es una especie de comedia bufa con una sorprendente capacidad de inventiva. La función transcurre en una estancia insonorizada que se convierte en un microcosmos. En este misterioso paraje aparece encapsulado un destino humano singular, que es a la vez el de un instrumento y el de su intérprete. Una pequeña obra maestra que se sumerge en la alucinante existencia cotidiana y con la que descubrimos a un actor distinto, con nuevos registros, pero que siempre nos lleva de la hilaridad más absoluta al sobrecogimiento y la congelación de la sonrisa.
El personaje es un hombre culto, que recibe al mundo desde su refinamiento. A lo largo de la obra, acompañados de la música de Brahms, Wagner, Mozart y Schubert, entre otros, se va descubriendo la relación del músico con su instrumento y con lo que éste representa. Una relación que va del amor al odio; el contrabajo es, por momentos, digno de los más meticulosos cuidados y, a su vez, un monstruo obsesivo que el músico decide encerrar en el baño para impedir que estorbe; llega incluso a amenazarle con matarlo a golpes.
En El contrabajo, Rafael Álvarez hace de instrumentista de contrabajo en una orquesta nacional, o sea, de artista y funcionario a un tiempo. Es el último de la orquesta. O quizás, el penúltimo, pues detrás de él está el timbalero.
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