FICHA:
HEREDERO DE LA ALQUIMIA
de David Mateo
Edita: Ilarión Ediciones
Madrid, octubre de 2010
Género: fantasía
Encuadernación: Rústica
ISBN: 978-84-938024-4-8
655 páginas.
Página del autor.
Página del libro.
Ilustración de la cubierta: Elena Dudina
Ilustración interior: Pablo Uría Díez
COMENTARIO de Francisco Javier Illán Vivas
Que la fantasía es una cultura muy relacionada con el mundo mediterráneo, creo que nadie debería dudarlo. Que su vinculación con la poesía data de los tiempos anteriores a la escritura, menos aún, y que aquella, la fantasía, nacía, crecía y se expandía junto a la realidad cotidiana, sólo hay que leer los textos homéricos o, adelantándonos más en el tiempo, leer el Poema de Gilgamésh, donde encontraremos todos esos componentes: poesía, fantasía e historia.
Pero tampoco se trata de olvidarnos del maestro de la fantasía moderna, Tolkien, quien nos llevó a un nuevo nivel de la cultura fantástica: la épica lucha entre el Bien y el Mal, la miríada de personajes, razas e inexistentes seres que lo pueblan y un mundo imaginario concreto hasta el más mínimo detalle, lo que ha definido la fantasía épica tal y como se conoce tras El señor de los anillos.
Esto es lo que Juan Luis Cebrián definió como la cultura de la cerveza, en contraposición de la cultura del vino, donde esa eterna lucha entre el Bien y el Mal muchas veces adquiría tintes donde se dudaba qué era el Bien y qué era el Mal; donde el mundo por el que pululaban los seres mitológicos, legendarios o epopéyicos era el mismo por el que vivían o mal vivían los seres humanos (recuérdese la leyenda de la Esfinge, esperando en un camino cualquiera para someternos a sus enigmas); y, en fin, donde la legión de seres inexistentes se parecían, en muchas ocasiones, a los que rodeaban a quienes vivieron aquellos heroicos tiempos.
Tal vez te preguntes por qué esta larga introducción para comentar el libro que nos ocupa, y voy a responderte. Estamos ante una novela de 650 páginas, que se desarrolla en Egipto, en Israel, en Siria, en Asiria, en Mesopotamia, en Babilonia... pero no es una novela histórica, aunque datos de la historia contenga; no es un ensayo histórico, aunque pudiese parecerlo; es una novela de fantasía protagonizada por Neferet y Akbeth, maestra y discípulo. Bien, creo que ya tienes parte de la respuesta, desconocido lector o lectora: acuérdate de cuanto te han enseñado sobre el mundo de Oriente Próximo, sobre Babilonia, sobre Mesopotamia, sobre el Egipto antiguo, incluso las lecturas del Antiguo Testamento, Sodoma, Gomorra, Jericó... y, una vez recordado, olvídalo. Sí, olvídalo, disponte a disfrutar de un viaje fantástico en pos de algo que nosotros, mentes materialistas del siglo XXI, de la cultura del Internet, del iPAP, del facebook o del twister, somos muchas veces incapaces de imaginar, y menos aún, de ponernos en la piel de aquellas mentes inocentes que se fascinaban con cuanto les rodeaba.
David Mateo hace eso, nos lleva de regreso a la fantasía de la cultura del vino- aunque no puede evitar meter seres más propios del norte de Europa que del Mediterráneo, pero, ¿qué importa? ¡¡Es fantasía!! Y con el pretexto de un suceso cataclísmico que podría acabar con el mundo conocido (¿os suena? Sí, otro de sus aciertos: la humanidad, cada etapa, cada tiempo, debe inventarse un acontecimiento que acabará con este planeta, el más próximo, ya sabéis, 2012), nos lleva desde Egipto a Numeria, nos va alejando a cada página de la realidad para meternos en la fantasía, casi sin que nos demos cuenta, y nos conducirá hacia un final que me gustaría definir como épico, no por lo maravilloso, que puede serlo, sino por que es épico, de épica, de fantasía, de una aventura que ha merecido la pena y que augura una posible continuidad.
No lo sé, no he hablado de esto con el autor, el cual me honra con su amistad, como tampoco por qué en algunos tramos utiliza un lenguaje demasiado actual para el tiempo en que sitúa la epopeya (entiéndase aquí en su acepción de conjunto de hazañas y hechos de una persona o un pueblo), pero no es un desdoro para el disfrute de 650 páginas de nuestra cultura fantástica.
Que la fantasía es una cultura muy relacionada con el mundo mediterráneo, creo que nadie debería dudarlo. Que su vinculación con la poesía data de los tiempos anteriores a la escritura, menos aún, y que aquella, la fantasía, nacía, crecía y se expandía junto a la realidad cotidiana, sólo hay que leer los textos homéricos o, adelantándonos más en el tiempo, leer el Poema de Gilgamésh, donde encontraremos todos esos componentes: poesía, fantasía e historia.
Pero tampoco se trata de olvidarnos del maestro de la fantasía moderna, Tolkien, quien nos llevó a un nuevo nivel de la cultura fantástica: la épica lucha entre el Bien y el Mal, la miríada de personajes, razas e inexistentes seres que lo pueblan y un mundo imaginario concreto hasta el más mínimo detalle, lo que ha definido la fantasía épica tal y como se conoce tras El señor de los anillos.
Esto es lo que Juan Luis Cebrián definió como la cultura de la cerveza, en contraposición de la cultura del vino, donde esa eterna lucha entre el Bien y el Mal muchas veces adquiría tintes donde se dudaba qué era el Bien y qué era el Mal; donde el mundo por el que pululaban los seres mitológicos, legendarios o epopéyicos era el mismo por el que vivían o mal vivían los seres humanos (recuérdese la leyenda de la Esfinge, esperando en un camino cualquiera para someternos a sus enigmas); y, en fin, donde la legión de seres inexistentes se parecían, en muchas ocasiones, a los que rodeaban a quienes vivieron aquellos heroicos tiempos.
Tal vez te preguntes por qué esta larga introducción para comentar el libro que nos ocupa, y voy a responderte. Estamos ante una novela de 650 páginas, que se desarrolla en Egipto, en Israel, en Siria, en Asiria, en Mesopotamia, en Babilonia... pero no es una novela histórica, aunque datos de la historia contenga; no es un ensayo histórico, aunque pudiese parecerlo; es una novela de fantasía protagonizada por Neferet y Akbeth, maestra y discípulo. Bien, creo que ya tienes parte de la respuesta, desconocido lector o lectora: acuérdate de cuanto te han enseñado sobre el mundo de Oriente Próximo, sobre Babilonia, sobre Mesopotamia, sobre el Egipto antiguo, incluso las lecturas del Antiguo Testamento, Sodoma, Gomorra, Jericó... y, una vez recordado, olvídalo. Sí, olvídalo, disponte a disfrutar de un viaje fantástico en pos de algo que nosotros, mentes materialistas del siglo XXI, de la cultura del Internet, del iPAP, del facebook o del twister, somos muchas veces incapaces de imaginar, y menos aún, de ponernos en la piel de aquellas mentes inocentes que se fascinaban con cuanto les rodeaba.
David Mateo hace eso, nos lleva de regreso a la fantasía de la cultura del vino- aunque no puede evitar meter seres más propios del norte de Europa que del Mediterráneo, pero, ¿qué importa? ¡¡Es fantasía!! Y con el pretexto de un suceso cataclísmico que podría acabar con el mundo conocido (¿os suena? Sí, otro de sus aciertos: la humanidad, cada etapa, cada tiempo, debe inventarse un acontecimiento que acabará con este planeta, el más próximo, ya sabéis, 2012), nos lleva desde Egipto a Numeria, nos va alejando a cada página de la realidad para meternos en la fantasía, casi sin que nos demos cuenta, y nos conducirá hacia un final que me gustaría definir como épico, no por lo maravilloso, que puede serlo, sino por que es épico, de épica, de fantasía, de una aventura que ha merecido la pena y que augura una posible continuidad.
No lo sé, no he hablado de esto con el autor, el cual me honra con su amistad, como tampoco por qué en algunos tramos utiliza un lenguaje demasiado actual para el tiempo en que sitúa la epopeya (entiéndase aquí en su acepción de conjunto de hazañas y hechos de una persona o un pueblo), pero no es un desdoro para el disfrute de 650 páginas de nuestra cultura fantástica.
Francisco Javier Illán Vivas
1 comentario:
Tuve la suerte de leer la primera parte del manuscrito. Espero ahora poder completar la lectura en un volumen que la historia de David merece.
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