Comía poco, nadie le vio fumar. No bebía. ¿De dónde
sacaba la energía aquella masa de nervios? Fuera de la empresa nadie le
conocía, y jamás acudía a las cenas que organizaban los empleados de la
empresa. Era un auténtico desconocido para sus compañeros.
Pero ellos no lo eran para él.
En un lugar de su cerebro, alimentado con la cocaína que
solía esnifar diariamente para mantener el ritmo que su actividad profesional
le demandaba y que él mismo se exigía, quedaban archivadas muchas
conversaciones, en espera de poder ser utilizadas en un futuro:
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